Día de la madre
17.04.2007Bueno, permítanme este desparrame de sentimientos, pero… a quien no le ha tocado… le tocará. Por tanto, cuídenlas, por favor.
Madre, mamá, mamaíta, mama, madrecita, mamita, mami, mamacita. Posiblemente todos hemos tenido aún alguna forma más de llamar a quien nos dio la vida. Aquella persona que fue siempre presta a una ayuda, un consuelo, un desahogo, una confidencia, un secreto… En definitiva, un apoyo incondicional.
En cualquier especie animal nos crían y nos educan, pero posiblemente los humanos seamos los únicos que vamos aprendiendo a querer más a nuestras madres, justo cuando llegamos a subir en el escalafón de la vida y llega nuestro momento de ser padres.
Sin duda alguna, es el momento de comprenderlas. De pequeños, queremos crecer e independizarnos. Después cuando necesitamos comprender a nuestros hijos, nos gustaría tenerla cerca, como si fuera nuestro manual de instrucciones.
Tal vez, con los cambios generacionales, llega el momento más amargo que es cuando la perdemos. Personalmente creo que es la pesadilla más dolorosa que puede atacarnos a cualquier niño, ya sea de 5, de 20 o de 50 años. No se supera nunca. Produce la crisis emocional más gorda, que uno puede esperar. Produce la ruptura de los vínculos que nos unían a la infancia y nos mutila el recuerdo. Produce como consecuencia el cambio jerárquico que nos coloca en el extremo del árbol genealógico de los vivos.
Sobre esto me viene a la memoria algo que sarcásticamente a mi madre le oí hace ya muchos años, cuando ella contaba con no más de 40. Con cierto sarcasmo y con simpatía, leyendo las esquelas mortuorias de los periódicos exclamaba “ya me puedo morir... porque éste de la foto era más joven que yo”.
En mi caso, apenas hace mes y medio que la perdí, pero no hay día que no mire la tecla “Abuelos” en la memoria de mi teléfono y sienta la necesidad de llamarla, de oír su voz. De cuidarla… De devolverle parte de de los mimos y las caricias que quedaron a mi favor.
En vano. Se nos van y lo único que podemos hacer es honrarlas y propagar a nuestra descendencia detalles y recuerdos que irremediablemente no van a lograr sino mantener en su memoria la certeza de que existieron.
Bueno, permítanme este desparrame de sentimientos, pero… a quien no le ha tocado… le tocará. Por tanto, cuídenlas, por favor.
En mi propuesta artística, les ofrezco una colección de esculturas que representan maternidades y que espero les gusten, desde el sentimiento y dulzura de “Mamaíta” o “Amarraditos” de Belsa, pasando por la “Madre mediterránea” de Faura, o el estilo personal de Miguel Moreno con “Maternidad 3”.
Rafael Tejada Torres